miércoles, 16 de julio de 2008

civilizaciòn y barbarie

Civilización o barbarie

Las palabras progreso, desarrollo y civilización son usadas frecuentemente por la derecha argentina al referirse a los países del Primer Mundo.

Contrapone implícitamente estas expresiones al estancamiento, la barbarie y el subdesarrollo que, asegura, caracteriza a países como el nuestro.

En su declaracionismo permanente, dice aspirar a ese Mundo Civilizado y querer mostrarnos el camino.

Soy parte de esas personas que para los admiradores de la 'civilización' son las más envidiables del mundo: las que viven afuera. Vivir afuera, en

Argentina, no significa vivir ni en Perú, ni en Chile, ni en México. Significa vivir en países como Canadá.

La falacia derechista nos dice que para que Argentina sea Canadá tenemos que seguir la receta neoliberal. Sin embargo, hay muchas cosas del

Primer Mundo que no son exactamente lo que la derecha argentina desea para nuestro país, aunque las omiten insistentemente, una y otra vez, en

cada afirmación.

En este país civilizado, con uno de los mejores estándares de salud del mundo, todos los hospitales son públicos. Y si algún candidato quiere ganar

las elecciones tiene que afirmar mil y una veces que pondrá mucho más dinero público en salud que el gobierno anterior, aunque se le retuerzan las

entrañas a él y todos sus amigos empresarios.

Aquí, los mayores impuestos que uno paga son a las ganancias, y a los que tienen muy bajos ingresos, el gobierno les devuelve el dinero. Las

personas de ingresos medios pagan entre un 40 y un 55%. Los de ingresos altos pagan casi un 70%. En este país del Primer Mundo, entonces, si

usted va a ser rico de todas maneras, debe dar las dos terceras partes de lo que gana a los que no lo son. Si usted es rico, debe pagar la salud

pública, la educación primaria y secundaria gratuitas y de primer nivel que da este Estado primermundista. Los que tienen más, pagan más para

mejorar el bienestar de todos. ¿No es eso, acaso, lo que debería ser un Estado?

Nótese que este no es un país precisamente socialista ni comunista. ¡Válgame Dios! La sola palabra aterraría al noventa por ciento de la población.

El otro diez por ciento sonreiría desconcertado, tal vez pensando que le hablan en otro idioma. Este es el capitalismo más mercantilista que se

pueda imaginar. Aquí hay derecho a la propiedad privada, a la riqueza ilimitada, al consumo irresponsable, a la libre expresión, a la ostentación

obscena de fortuna y a todo lo que se le ocurra. Esto es capitalismo puro y en su máxima expresión. Continuemos.

En este país civilizado, el aborto es un derecho, y se realiza cotidianamente (como en Argentina, claro), pero en excelentes clínicas especializadas y

públicas (sí, clínicas públicas para abortos).

En este país civilizado el gobierno cultiva y provee la marihuana para uso medicinal y hay un proyecto en el Parlamento para despenalizar la tenencia

y el cultivo para uso recreativo personal.

Aquí se reconoce a los pueblos originarios sus diferencias culturales, su concepto mucho más abarcativo del medio ambiente, considerándolo bajo

leyes ambientales específicas que rigen sólo en sus territorios. Un juez miembro de los pueblos originarios podría llegar a ser uno de los nuevos

miembros de la Suprema Corte cuando se produzcan las próximas incorporaciones. Afirmaciones como las del columnista del diario La Nación

Marcos Aguinis respecto de la 'nivelación para abajo' deseada por los grupos originarios cuando reivindican su cultura serían inadmisibles, y tal vez

ilegales.

En este país civilizado, los chicos aprenden desde el primario que la orientación sexual de cada uno es un derecho que no involucra a nadie más

que a uno mismo. Aprenden desde muy chiquitos que es ofensivo (y estúpido) hacer chistes que tengan que ver con la orientación sexual, la

religión, raza, color o forma de vestir. En este lugar del mundo, usted puede casarse con quien quiera y adoptar una criatura, sin que nadie se ande

fijando qué tiene adentro de los pantalones para darle permiso.

En esta parte del Primer Mundo, cuando el gobierno da empleo, tienen prioridad (por ley) las personas que pertenezcan a cualquier minoría visible.

Es decir que un mapuche con el mismo nivel de capacitación le ganaría el puesto al señor Aguinis, por dar un ejemplo.

En una entrevista de trabajo está prohibido preguntar la edad, la orientación sexual, o la religión de una persona. Resultaría inimaginable pedir que se

adjunte una foto en el Currículum vitae, como hacen las empresas en Argentina, porque se entiende que el único objetivo posible de tal práctica es

la discriminación. Las empresas también están obligadas a proveer a los empleados de las condiciones necesarias para practicar sus costumbres y

creencias según su cultura o religión. Por ejemplo, deben dar a los musulmanes un sitio adecuado para orar, y darles el tiempo para hacerlo varias

veces al día. Las personas con cualquier discapacidad tampoco pueden ser discriminadas y debe proveérselas del ambiente adecuado para que

puedan trabajar en forma cómoda y segura. En síntesis, aquí se valora la diversidad como si fuera petróleo.

Por último, aunque la lista podría seguir, en este país ningún medio podría defender ni abiertamente ni de ninguna otra manera a un torturador o a

una empresa que evade impuestos o no paga retenciones, como demasiado a menudo se lo ve hacer al derechismo argentino en los principales

diarios, los canales más vistos y las radios más potentes. Sería motivo de escándalo público y penalización estatal.

¿De qué tipo de civilización, entonces, habla la derecha argentina, cuando la realidad muestra ejemplos de tolerancia y desarrollo social a los que

ella misma se opone tenazmente?

La derecha argentina no quiere compartir sus ganancias con los que no pueden comer todos los días. No quiere que los que trabajan para ellos

tengan tiempo libre o recursos para aprovecharlo. No quiere que todos los chicos puedan aprender, comer y jugar. No quiere que los que tengan

otro color o religión puedan quitarle el puesto. No quiere que las mujeres pobres tengan derecho a elegir. Se emocionan con el tosco sonido de la

banda militar, pero se horrorizan al ver dos hombres de la mano.

No importa cuánto citen a los antiguos griegos los Grondonas, Macris, López Murphis y Morales Solás. Dicen ser la civilización para esconder su

barbarie. Porque en definitiva, es a la sombra de esa barbarie que han escondido siempre sus peores intenciones.

viernes, 6 de junio de 2008

martes, 15 de abril de 2008